jueves, 19 de febrero de 2009

Daicon

uaaaaa!
el domingo a la daicon :D
me tengo que conseguir el cosplay de yuuki :(
y logré arrastrar a emi conmigo! muajajajaja :P
pobres nosotras... viajando solitas :P

jueves, 12 de febrero de 2009

Capítulo I

Capítulo 1


Yo era la alumna nueva, aquella atracción de un colegio que puede durar minutos tanto como semanas. Extraña fascinación la de los jóvenes con las cosas nuevas. ¿Acaso estaba asociado esto con algún síntoma que se padece en la adolescencia, ese de buscar cosas nuevas fuera del hogar? No lo sé, nunca pude explicarme muy bien aquella reacción, supongo que porque no tuve que padecerla. Demasiadas responsabilidades y pequeñas cosas que me habían marcado, obligándome a madurar antes de tiempo.
Entré en el aula silenciosamente, flanqueada por el profesor de turno que llevaba una expresión radiante en el rostro. Quizás me había equivocado: los adultos también experimentaban aquella euforia al presenciar cosas distintas, cambiantes. ¿Entonces se suponía que yo era capaz de sentirlo también?
-Desde hoy, nos acompañará una alumna nueva –sentenció, con cierto tintín, el profesor, y con el placer de estar a cargo de anunciarme. Todos los pares de ojos en aquella habitación se posaron en mí, a la espera de mis palabras.
Qué fácil era decepcionarlos.
Guardé silencio, arruinando con placer la presentación ideal que aquel ingrato profesor había imaginado y reproducido en su mente unas miles de veces desde que le avisaron que él estaría a cargo de presentarme. El silencio era imponente. Pasado el minuto, se oyeron algunos bufidos, aunque la ansiedad se podía palpar desde el principio. Visto que yo no pensaba hablar, el profesor tomó la palabra. Pude ver el momento exacto en el que abría la boca para pronunciar mi nombre y decidí interrumpirlo, sólo por diversión.
-Mi nombre es Catherine, y los acompañaré de aquí en más –no quise plantear deseos, ni esperanzas, tan sólo los crudos hechos. Más les valía a esos niños ir acostumbrándose a la vida real. Mis planes habían salido a la perfección, pero no pude evitar soltar una frase lastimera sólo para consolar aquellas caras de total decepción -. Espero que sean mis amigos –aunque no lo quisiera, tener amigos era la parte que me hacía ver normal en ese ambiente. Todos sonrieron, como de esperar, y me recibieron con calidez. El profesor, del que todavía desconocía el nombre, nos concedió unos minutos para que nos presentáramos correctamente.
-Entonces, Kate –dijo una chica frente a mí -, ¿cuál es tu poder?
Ups, cierto. Olvidé mencionar dónde me hallaba yo a todo esto. Con mis 16 años, había ingresado en una escuela especial, localizada en alguna isla poco conocida, para chicos especiales… cuando digo especiales me refiero a chicos con poderes. ¿Qué clase de poderes? Poderes de todo tipo. Desde poder volar hasta poder manejar uno de los cuatro elementos (una de las cosas más difíciles). Toda clase de poderes que se puedan imaginar y, por supuesto, algunos más peligrosos y dañinos que otros. Ahora regresemos a nuestra patética presentación de mi primer día de clases en el colegio Esthétique.
-¿Cuál es tu poder?
-Muéstranos.
-El mío es hacerme invisible.
-Yo me llamo Bryan.
Por momentos, deseaba que algún ser divino me hubiera concedido el poder para callar a todos los idiotas que hablan a la vez, con la falsa esperanza de que les oigan. ¿Pero cuántos años tenían? ¿Tres? ¡Yo ya los conocía! Sabía desde sus gustos hasta lo que opinaban del profesor. Sabía cada cosa que pasaba por sus cabezas, porque podía leerles la mente y los había analizado desde mi primer instante en aquella horrenda aula.
-¿Vas a mostrarnos tu poder, o no? –me increpó una chica. La miré fulminante, pero recordé que debía guardar las apariencias, así como archivé su cara en mi memoria. Algo útil si después piensas desfigurarla, sólo para recordar cómo fue alguna vez.
-Claro –respondí. Todos se callaron al instante para oírme hablar, y juro que no tuvo nada que ver con mi poder -. Yo puedo controlar el agua, aunque tengo problemas para crearla –y allí iba la mejor excusa del año, la que me mantendría a salvo el resto de mi vida, la que me ayudaría a verme lo más normal posible (todo lo normal que se puede ser en una escuela para anormales).
Pasaría tres años de mi vida en esa escuela, probablemente los peores, pero no por eso tenía que complicarme las cosas diciendo la verdad. Por alguna extraña patología, la gente es desconfiada y se siente invadida cuando se enteran que alguien puede leerles la mente y controlar cosas con ésta. Lo había aprendido en mis 16 años de vida y por eso sabía que no podía dejar de mentir. La gente me odiaba por mis poderes.
La mentira sobre mi poder se le había ocurrido al que alguna vez fue mi mentor. Él me había recomendado con el director de esa escuela, y los dos estuvieron de acuerdo en mantener esta excusa para evitar enfrentamientos. La explicación de por qué elegimos el agua, fue porque este es el elemento que más controlo, al ser con el que más practiqué, debido a que mi maestro tenía el poder de crear agua.
-Podrías mostrarnos tu poder durante el descanso. Hay una fuente en el patio –me informó un chico. Todos estuvieron de acuerdo con la idea, y yo no tuve escapatoria, aunque presentía que deberían esperar para ver mi demostración, porque primero debía arreglar un tema con la habitación donde viviría durante mis próximos tres años.
El profesor a cargo, que tuvo la amabilidad de recordarme que su nombre era Rodolf, era un tremendo idiota. Alguien se había olvidado de mencionarle sobre mis poderes, y me hizo participar de juegos de adivinación. Tuve que fallar en todos y cada uno de ellos a propósito para disimular; aunque no pude evitar demostrar mis habilidades cuando la chica que pensaba todo el día en sexo me miraba fijamente.
Debo admitir que era una de mis primeras veces que me encontraba rodeada por tanta gente, y sus pensamientos simplemente me agobiaban, me hacían sentir aturdida. El director me había advertido sobre este posible suceso y me recomendó pedir permiso para salir del aula hasta que lograra controlar la situación y ser capaz de soportarlo, lo que me aseguró que lograría con un poco de práctica.
Pero por supuesto, mi orgullo iba primero, y no estaba en mis planes mentir diciendo que me encontraba enferma. No tenía problemas con mentir, simplemente que no quería parecer débil, no debía mostrar mis puntos frágiles si quería sobrevivir. De todos modos, no pude resistirme y pedí permiso para ir al baño antes de gritar de desesperación o caer rendida por la extenuación.
Qué hermoso el silencio.
Caminé algo desvanecida hasta el lavabo. Supe dónde estaba porque otra chica en el aula tenía ganas de ir, y no dejaba de imaginarse el recorrido que haría. Me lavé el rostro, intentando remover de mi cabeza todos los pensamientos ajenos que me habían invadido y me observé frente al espejo: definitivamente, aquella chica castaña de ojos azules era yo. Qué pena, hubiera sido divertido haberme convertido en una anciana decrépita para poder salir de allí.
Intenté retener el sonido del silencio dentro de mi cabeza antes de volver a ingresar al aula. Pude captar los pensamientos depravados de algunos chicos, los de envidia de otras y los de curiosidad de otro grupo. Interesante… allí había alguien que emitía un pensamiento en blanco. Me llegaban palabras vacías, imágenes vacías, y eso sólo podía significar algo: alguien allí se estaba echando una ilícita siestita a escondidas del patán del profesor. No es que defendiera a Rodolf, sinceramente, ese “intento” de persona, no se merecía mi respeto; pero que alguien estuviera dormido era demasiado interesante como para dejarlo ir. Me dirigí a mi asiento, en el medio de la habitación, echando ojeadas para todos lados. Vamos, alguien tenía que haber descubierto al infractor, y yo así detectarlo en sus pensamientos.
¡¡Cachín!! Una chica junto a la ventana lo había visto. Su línea de pensamiento fue más que suficiente: “Alex está dormido otra vez, pero se ve tan lindo”. De acuerdo, intenté hacer de cuenta que la última parte patética del mensaje no me había llegado y seguí la vista de la chica enamorada. Por cierto, después la chica se puso a comparar a Alex con su actual novio. Luego tendría que darle la mala noticia de que su novia guardaba pensamientos indebidos hacia otra persona. Descubrí una cabeza reclinada y un cuerpo estirado sobre el banco, dos mesas detrás de mí. Con sólo verlo, discrepé con la opinión de la adúltera. ¡Por todos los cielos! ¿Qué tenía de lindo la cara idiota que todos ponemos cuando babeamos mientras dormimos? ¡Una botella de sentido común para la chica de pensamientos impuros!
¡Kate, contrólate! Golpear a esa chica no serviría de nada: sólo te romperías las uñas y ella quedaría más estúpida de lo que ya es. Guardé un minuto de silencio por la pérdida de las neuronas de la chica-que-carece-de-sentido-común-desde-que-nació. Me removí en mi asiento, impaciente. Podía oler la diversión como un tiburón que huele la sangre, como un gato que huele un ratón.
No es que Alex fuera feo, era simplemente su expresión facial la horrible. El muchacho parecía alto, por lo que podía ver del largo de sus piernas, y flaco. El uniforme ocultaba la complexión bastante bien, por lo que no pude decir si era flaco, musculoso, o qué; aunque la mente era lo único que contaba para mí en ese momento. En cuanto a su cara, sí, con esa expresión tan idiota, no podía ver mucho de ésta. Tan sólo llegaba a divisar su cabello oscuro y lacio, medianamente largo, pero no llegaba más que a la mitad del cuello. En fin, tras una amplia descripción del sujeto, venía la acción, oh sí.
Lección del día: si Alex siempre se queda dormido en clases, es justo que sea castigado. Con muy poca concentración, logré que un libro apoyado en un estante superior se cayera sobre su cabeza. Su compañero de adelante soltó una carcajada y yo evité mirarlo. Por supuesto, todos se perdían la mejor parte de todas: la confusión en la que se encontraba su mente, que se asemejaba a un grupo de palabras escogidas al azar. Había observado aquella variación en todas las personas que despertaban de golpe, y había deducido que era algo que el cerebro hacía antes de ponerse en funcionamiento otra vez.
Alex me sorprendió por primera vez, tardó dos segundos en volver a la normalidad y tenía una concepción muy clara de lo que había sucedido. Claro que no sospechaba de mí, pero presentía que alguien lo había hecho a propósito. Y yo, me reía de la razón que tenía. Por un momento, se quedó pensando en mí. Le parecía extraña, y sentí su curiosidad. Eso era perfecto, porque yo también estaba curiosa sobre él y me daba la oportunidad de jugar al gato y al ratón. Con la excepción de que yo corría con una clara ventaja: podía leer su mente.


©

Este es el primer capítulo de la historia que estoy escribiendo actualmente. Todavía no tiene título, espero que se me ocurra uno con el tiempo. Díganme qué les pareció.