viernes, 25 de diciembre de 2009

Navidad

Navidad!
Sinceramente ya no me divierte. Antes recibíamos regalos, ¿ahora? Papá Noel se olvida de nosotros una vez que dejamos de escribir cartitas. Y amenazarlo no sirve tampoco, lo intenté, créanme.
Así que con mi espíritu navideño por el piso... (y un poco más abajo también), le dedico un post al viejo mágico ese que sabe dónde mierda estamos y cuándo nos portamos mal (no tengo idea cómo; deben tener satélites espías allá en el Ártico).

¡Feliz Navidad!

p.d. Me compré chaskiboom, pero me los guardo para año nuevo :D (vamos a ver si me puedo juntar con mis amigos para esa fecha... )

domingo, 13 de diciembre de 2009

Touch

Resultado de un quiz de www.quizilla.com:

You're a very hands on type of person-- the kind who really likes to get in there, who likes to give hugs, and is very affectionate. Sometimes you might forget that other people aren't the same way and it can be a bit overbearing. Sometimes, you gotta just keep your hands to yourself.



domingo, 29 de noviembre de 2009

Pedazo de mundo

3 am.

Salí a la calle para hacer algo... (mi hermano se había olvidado de algo). No pude resistirme. La situación me llamaba. Antes de volver a entrar, decidí detenerme a observar. Me incliné sobre la reja que apenas me llega a la cintura y miré a uno y otro lado de la calle.
Silencio.
Bueno, excepto por la música reggaeton del vecino a una cuadra de distancia.
Oscuridad.
Excepto por los faroles de la calle y las luces propias de cada casa.
¿Dónde mierda está esa magia de la soledad de la noche si había luz y ruido?
Había paz. El aire era puro. Y unos pájaros cantaban, adelantándose al amanecer del nuevo día. ¿Qué produce esa necesidad de insipirar hondo y guardarse con uno un pedazo de momento? Porque hice eso, me llevé conmigo ese pedacito de mundo que me adormece los sentidos de cierta forma.



Maldición.

Exhalé y creo que lo perdí.

sábado, 21 de noviembre de 2009

Esa apropiadora

Estaba ella. Podía ser grande o pequeña, pero siempre era pesada, aunque etérea. Le gusta alojarse en el pecho, cerca del corazón, donde encontraba un rincón caliente para cobijarse y quedarse allí por el tiempo que le pareciera suficiente; pero era vaga, y generalmente extendía su estadía, como una turista despreocupada. A algunas personas las visita a menudo, a otras, no tanto. Eso es porque hay quienes le preparan una bienvenida más efusiva o cálida.

Aquel día se había cansado de estar sola y soportar tanto peso, por lo que decidió emprender el ascenso. Viajó a través de la garganta, de la boca, y por último se detuvo en los ojos, su destino. Allí se quedó un rato, sopesando sus opciones y como vio que las cosas no mejoraban, optó por fin. Supo que era momento de crear algo.

Y lo hizo. De a poco, con la paciencia de una madre, comenzó con una bola muy pequeña y húmeda, y la soltó. Apenas si había nacido, y no tenía conciencia de que existía cuando lo hizo, por lo que supo que su pequeña hija no sufrió. Pero peores cosas se avecinaban. Con mayor esfuerzo, dio forma a una gota, una muy brillante y más grande que la anterior. Por su tamaño, adquirió conciencia, y no tardó en cuestionarse sobre lo que sucedía.

-Mamá, ¿por qué me haces esto? –le preguntó la primogénita, aquella lágrima sostenida de la mano de su madre, a punto de caer.

Su creadora, la Tristeza, la observó con una sonrisa, con la cabeza ladeada, y la acarició para infundirle tranquilidad.

-Porque es el curso de las cosas –explicó, en susurros, negándose a soltarla y hacerla rodar.

-¿Para qué me creas si después me abandonas? –le insistió, con vehemencia, viéndose próxima a su fin.

La Tristeza estaba acostumbrada a tener que dar esas explicaciones a sus lágrimas primogénitas, pero siempre le costaba hacerlo, ya que ninguna de ellas quería desprenderse de su lugar de nacimiento. ¿Por qué la primera siempre era tan difícil? La Tristeza meditó la respuesta, pero ya por experiencia, sabía que no podría darle un consuelo verdadero. Las dos conocían su destino: caer y desvanecerse.

Carraspeando, para aclararse la voz, la Tristeza le explicó a su hija:

-No te estoy abandonando, porque una parte de mí se irá contigo; y no serás la única, porque mi peso es demasiado grande para que puedas cargarlo sola. Prometo que te acompañaré hasta el final.

La lágrima no supo qué decir, pero cerró los ojos y se resignó a morir.

La Tristeza empujó a la lágrima y una parte de ella cayó con su hija, tal como le había dicho que sucedería.

Un niño lloró, en medio de un parque, porque su madre no había ido a buscarlo a tiempo. ¿Qué sabía él de la historia de aquella pobre lágrima que había nacido para ver el fin tan pronto?

Muy poco. Él sólo había anidado a la tristeza en su corazón, dándole a esa insoportable visitante, una excusa para apropiarse del lugar que más le gustaba.

La lágrima, ya casi seca en la remera del chico, terminó de desvanecerse cuando su madre llegó a recogerlo, y obligó a la Tristeza a buscar otro alojamiento.

¿De qué había servido su vida?, fue lo último que se preguntó, antes de perecer con una sonrisa discreta dibujada en los labios húmedos.




lunes, 16 de noviembre de 2009

Su Muerte


Hoy presencié la muerte de alguien.

Era alto y fuerte, aunque viejo pero único a su estilo. Le gustaba tomar sol, y estirarse en todo su largo para recibirlo. También era muy amistoso. En su hogar, acogía a todos aquellos que buscaban refugio y comida. Nunca le negó la entrada a nadie, por más travieso o ruidoso que fuera. Algunos inquilinos, tenían extraños hábitos, como despertarse en la madrugada y ponerse a tararear canciones.

En verano, era una delicia contar con su compañía y la de todos sus invitados.

Algunos de ellos murieron con él, sin contar con alguna oportunidad de escapar cuando atacaron su casa.

Lo oí llorar, pero no quejarse. Llorar del dolor mientras lo despedazaban. ¿Alguien más lo escuchó? Sus amigos, los que pudieron, huyeron por el lamento prolongado.

Presencié el final, con el sonido de su llanto retumbando en mi cabeza. Alguien se me acercó y me mostró un huevo roto que no había sobrevivido. Le saqué una foto.

Otra persona se me aproximó con un pedazo de él entre los brazos: era pesado. Lo acunó como si fuera un bebé. Qué locura, ¡si lo acababan de matar! Pude ver claramente cómo su sangre aún permanecía en el centro de su ser.

El asesino posó para otra foto con un ayudante. Yo realicé la instantánea. Me pidieron que enfocara los restos, las ramas de aquel pobre pino que había perecido en manos de humanos.

Su llanto con la motosierra en acción, retumbó en mi cabeza.



martes, 8 de septiembre de 2009

The pretender

The pretenders- Foo fighters

Keep you in the dark
You know they all pretend
Keep you in the dark
And so it all began

Send in your skeletons
Sing as their bones go marching in... again
The need you buried deep
The secrets that you keep are at the ready
Are you ready?

I'm finished making sense
Done pleading ignorance
That whole defense
Spinning infinity, but
The wheel is spinning me
It's never ending, never ending
Same old story

What if I say I'm not like the others?
What if I say I'm not just another one of your plays?
You're the pretender
What if I say that I'll never surrender?

In time or so I'm told
I'm just another soul for sale... oh, well
The page is out of print
We are not permanent
We're temporary, temporary
Same old story

I'm the voice inside your head
You refuse to hear
I'm the face that you have to face
Mirrored in your stare
I'm what's left, I'm what's right
I'm the enemy
I'm the hand that will take you down
Bring you to your knees

What if I say I'm not like the others?
What if I say I'm not just another one of your plays?
You're the pretender
What if I say that I'll never surrender?


So who are you?

Nuevo dibujo

Kate y Alex
Pintado con Photoshop

Kate & Alex

sábado, 9 de mayo de 2009

Dibujos

Hice unos dibujos de Alex y Kate :)




jueves, 19 de febrero de 2009

Daicon

uaaaaa!
el domingo a la daicon :D
me tengo que conseguir el cosplay de yuuki :(
y logré arrastrar a emi conmigo! muajajajaja :P
pobres nosotras... viajando solitas :P

jueves, 12 de febrero de 2009

Capítulo I

Capítulo 1


Yo era la alumna nueva, aquella atracción de un colegio que puede durar minutos tanto como semanas. Extraña fascinación la de los jóvenes con las cosas nuevas. ¿Acaso estaba asociado esto con algún síntoma que se padece en la adolescencia, ese de buscar cosas nuevas fuera del hogar? No lo sé, nunca pude explicarme muy bien aquella reacción, supongo que porque no tuve que padecerla. Demasiadas responsabilidades y pequeñas cosas que me habían marcado, obligándome a madurar antes de tiempo.
Entré en el aula silenciosamente, flanqueada por el profesor de turno que llevaba una expresión radiante en el rostro. Quizás me había equivocado: los adultos también experimentaban aquella euforia al presenciar cosas distintas, cambiantes. ¿Entonces se suponía que yo era capaz de sentirlo también?
-Desde hoy, nos acompañará una alumna nueva –sentenció, con cierto tintín, el profesor, y con el placer de estar a cargo de anunciarme. Todos los pares de ojos en aquella habitación se posaron en mí, a la espera de mis palabras.
Qué fácil era decepcionarlos.
Guardé silencio, arruinando con placer la presentación ideal que aquel ingrato profesor había imaginado y reproducido en su mente unas miles de veces desde que le avisaron que él estaría a cargo de presentarme. El silencio era imponente. Pasado el minuto, se oyeron algunos bufidos, aunque la ansiedad se podía palpar desde el principio. Visto que yo no pensaba hablar, el profesor tomó la palabra. Pude ver el momento exacto en el que abría la boca para pronunciar mi nombre y decidí interrumpirlo, sólo por diversión.
-Mi nombre es Catherine, y los acompañaré de aquí en más –no quise plantear deseos, ni esperanzas, tan sólo los crudos hechos. Más les valía a esos niños ir acostumbrándose a la vida real. Mis planes habían salido a la perfección, pero no pude evitar soltar una frase lastimera sólo para consolar aquellas caras de total decepción -. Espero que sean mis amigos –aunque no lo quisiera, tener amigos era la parte que me hacía ver normal en ese ambiente. Todos sonrieron, como de esperar, y me recibieron con calidez. El profesor, del que todavía desconocía el nombre, nos concedió unos minutos para que nos presentáramos correctamente.
-Entonces, Kate –dijo una chica frente a mí -, ¿cuál es tu poder?
Ups, cierto. Olvidé mencionar dónde me hallaba yo a todo esto. Con mis 16 años, había ingresado en una escuela especial, localizada en alguna isla poco conocida, para chicos especiales… cuando digo especiales me refiero a chicos con poderes. ¿Qué clase de poderes? Poderes de todo tipo. Desde poder volar hasta poder manejar uno de los cuatro elementos (una de las cosas más difíciles). Toda clase de poderes que se puedan imaginar y, por supuesto, algunos más peligrosos y dañinos que otros. Ahora regresemos a nuestra patética presentación de mi primer día de clases en el colegio Esthétique.
-¿Cuál es tu poder?
-Muéstranos.
-El mío es hacerme invisible.
-Yo me llamo Bryan.
Por momentos, deseaba que algún ser divino me hubiera concedido el poder para callar a todos los idiotas que hablan a la vez, con la falsa esperanza de que les oigan. ¿Pero cuántos años tenían? ¿Tres? ¡Yo ya los conocía! Sabía desde sus gustos hasta lo que opinaban del profesor. Sabía cada cosa que pasaba por sus cabezas, porque podía leerles la mente y los había analizado desde mi primer instante en aquella horrenda aula.
-¿Vas a mostrarnos tu poder, o no? –me increpó una chica. La miré fulminante, pero recordé que debía guardar las apariencias, así como archivé su cara en mi memoria. Algo útil si después piensas desfigurarla, sólo para recordar cómo fue alguna vez.
-Claro –respondí. Todos se callaron al instante para oírme hablar, y juro que no tuvo nada que ver con mi poder -. Yo puedo controlar el agua, aunque tengo problemas para crearla –y allí iba la mejor excusa del año, la que me mantendría a salvo el resto de mi vida, la que me ayudaría a verme lo más normal posible (todo lo normal que se puede ser en una escuela para anormales).
Pasaría tres años de mi vida en esa escuela, probablemente los peores, pero no por eso tenía que complicarme las cosas diciendo la verdad. Por alguna extraña patología, la gente es desconfiada y se siente invadida cuando se enteran que alguien puede leerles la mente y controlar cosas con ésta. Lo había aprendido en mis 16 años de vida y por eso sabía que no podía dejar de mentir. La gente me odiaba por mis poderes.
La mentira sobre mi poder se le había ocurrido al que alguna vez fue mi mentor. Él me había recomendado con el director de esa escuela, y los dos estuvieron de acuerdo en mantener esta excusa para evitar enfrentamientos. La explicación de por qué elegimos el agua, fue porque este es el elemento que más controlo, al ser con el que más practiqué, debido a que mi maestro tenía el poder de crear agua.
-Podrías mostrarnos tu poder durante el descanso. Hay una fuente en el patio –me informó un chico. Todos estuvieron de acuerdo con la idea, y yo no tuve escapatoria, aunque presentía que deberían esperar para ver mi demostración, porque primero debía arreglar un tema con la habitación donde viviría durante mis próximos tres años.
El profesor a cargo, que tuvo la amabilidad de recordarme que su nombre era Rodolf, era un tremendo idiota. Alguien se había olvidado de mencionarle sobre mis poderes, y me hizo participar de juegos de adivinación. Tuve que fallar en todos y cada uno de ellos a propósito para disimular; aunque no pude evitar demostrar mis habilidades cuando la chica que pensaba todo el día en sexo me miraba fijamente.
Debo admitir que era una de mis primeras veces que me encontraba rodeada por tanta gente, y sus pensamientos simplemente me agobiaban, me hacían sentir aturdida. El director me había advertido sobre este posible suceso y me recomendó pedir permiso para salir del aula hasta que lograra controlar la situación y ser capaz de soportarlo, lo que me aseguró que lograría con un poco de práctica.
Pero por supuesto, mi orgullo iba primero, y no estaba en mis planes mentir diciendo que me encontraba enferma. No tenía problemas con mentir, simplemente que no quería parecer débil, no debía mostrar mis puntos frágiles si quería sobrevivir. De todos modos, no pude resistirme y pedí permiso para ir al baño antes de gritar de desesperación o caer rendida por la extenuación.
Qué hermoso el silencio.
Caminé algo desvanecida hasta el lavabo. Supe dónde estaba porque otra chica en el aula tenía ganas de ir, y no dejaba de imaginarse el recorrido que haría. Me lavé el rostro, intentando remover de mi cabeza todos los pensamientos ajenos que me habían invadido y me observé frente al espejo: definitivamente, aquella chica castaña de ojos azules era yo. Qué pena, hubiera sido divertido haberme convertido en una anciana decrépita para poder salir de allí.
Intenté retener el sonido del silencio dentro de mi cabeza antes de volver a ingresar al aula. Pude captar los pensamientos depravados de algunos chicos, los de envidia de otras y los de curiosidad de otro grupo. Interesante… allí había alguien que emitía un pensamiento en blanco. Me llegaban palabras vacías, imágenes vacías, y eso sólo podía significar algo: alguien allí se estaba echando una ilícita siestita a escondidas del patán del profesor. No es que defendiera a Rodolf, sinceramente, ese “intento” de persona, no se merecía mi respeto; pero que alguien estuviera dormido era demasiado interesante como para dejarlo ir. Me dirigí a mi asiento, en el medio de la habitación, echando ojeadas para todos lados. Vamos, alguien tenía que haber descubierto al infractor, y yo así detectarlo en sus pensamientos.
¡¡Cachín!! Una chica junto a la ventana lo había visto. Su línea de pensamiento fue más que suficiente: “Alex está dormido otra vez, pero se ve tan lindo”. De acuerdo, intenté hacer de cuenta que la última parte patética del mensaje no me había llegado y seguí la vista de la chica enamorada. Por cierto, después la chica se puso a comparar a Alex con su actual novio. Luego tendría que darle la mala noticia de que su novia guardaba pensamientos indebidos hacia otra persona. Descubrí una cabeza reclinada y un cuerpo estirado sobre el banco, dos mesas detrás de mí. Con sólo verlo, discrepé con la opinión de la adúltera. ¡Por todos los cielos! ¿Qué tenía de lindo la cara idiota que todos ponemos cuando babeamos mientras dormimos? ¡Una botella de sentido común para la chica de pensamientos impuros!
¡Kate, contrólate! Golpear a esa chica no serviría de nada: sólo te romperías las uñas y ella quedaría más estúpida de lo que ya es. Guardé un minuto de silencio por la pérdida de las neuronas de la chica-que-carece-de-sentido-común-desde-que-nació. Me removí en mi asiento, impaciente. Podía oler la diversión como un tiburón que huele la sangre, como un gato que huele un ratón.
No es que Alex fuera feo, era simplemente su expresión facial la horrible. El muchacho parecía alto, por lo que podía ver del largo de sus piernas, y flaco. El uniforme ocultaba la complexión bastante bien, por lo que no pude decir si era flaco, musculoso, o qué; aunque la mente era lo único que contaba para mí en ese momento. En cuanto a su cara, sí, con esa expresión tan idiota, no podía ver mucho de ésta. Tan sólo llegaba a divisar su cabello oscuro y lacio, medianamente largo, pero no llegaba más que a la mitad del cuello. En fin, tras una amplia descripción del sujeto, venía la acción, oh sí.
Lección del día: si Alex siempre se queda dormido en clases, es justo que sea castigado. Con muy poca concentración, logré que un libro apoyado en un estante superior se cayera sobre su cabeza. Su compañero de adelante soltó una carcajada y yo evité mirarlo. Por supuesto, todos se perdían la mejor parte de todas: la confusión en la que se encontraba su mente, que se asemejaba a un grupo de palabras escogidas al azar. Había observado aquella variación en todas las personas que despertaban de golpe, y había deducido que era algo que el cerebro hacía antes de ponerse en funcionamiento otra vez.
Alex me sorprendió por primera vez, tardó dos segundos en volver a la normalidad y tenía una concepción muy clara de lo que había sucedido. Claro que no sospechaba de mí, pero presentía que alguien lo había hecho a propósito. Y yo, me reía de la razón que tenía. Por un momento, se quedó pensando en mí. Le parecía extraña, y sentí su curiosidad. Eso era perfecto, porque yo también estaba curiosa sobre él y me daba la oportunidad de jugar al gato y al ratón. Con la excepción de que yo corría con una clara ventaja: podía leer su mente.


©

Este es el primer capítulo de la historia que estoy escribiendo actualmente. Todavía no tiene título, espero que se me ocurra uno con el tiempo. Díganme qué les pareció.